Veinte años de
la riada
Los desaparecidos
En septiembre de 1998, casi un año después de la riada, se organizó un gran operativo de búsqueda en el río. Algunos pacenses se sorprendieron ante el despliegue de efectivos que rastreaban las orillas y los helicópteros que sobrevolaban el Guadiana. La crónica de HOY del día siguiente rezaba: «Algunos preguntaban qué había pasado y mostraban su sorpresa cuando se les explicaba que se buscaba todavía a una víctima de la riada. No recordaban que aún quedase un desaparecido de aquel nefasto día (...). Pero mientras el cuerpo buscado no aparezca, una parte de los recuerdos de la ciudad seguirán anclados sin remedio a aquella noche».
Nunca se cerró esa herida. Antonia Herrera Piñero es una de las 25 víctimas de la riada, pero nunca fue encontrada. Vivía junto a su marido, ambos de 73 años, en un casa del Cerro de Reyes. Fueron arrastrados por el agua. José Méndez Sánchez, su marido, apareció una semana después en Olivenza. La corriente había arrastrado su cuerpo más de 23 kilómetros. A su mujer la buscaron cientos de personas. Se utilizaron perros de rastreo, helicópteros de alta tecnología, se registraron las orillas, los árboles o las tuberías. Su familia llegó a contratar los servicio de una vidente, pero todos los esfuerzos fueron en vano.
A media tarde del 6 de noviembre de 1997, tras las horas más difíciles que se han vivido en el Cerro de Reyes, se dio a conocer el trágico balance. Habían encontrado 18 cadáveres en 7 casas distintas del barrio. La pesadilla no terminaba ahí. Había cuatro personas desaparecidas. Además del matrimonio de Antonia y José, no se encontraba a Félix Sánchez Jaramillo, de 38 años. La última vez que se le vio iba en su coche con otra persona y se disponían a cruzar el puente sobre el Revellín. El otro ocupante se bajó del vehículo por miedo, al ver la corriente del río, pero Félix avanzó y, justo cuando atravesaba la plataforma, el agua comenzó a pasar por encima y arrastró su turismo.

La cuarta desaparecida fue una de las pérdidas más dolorosa de la riada. Ana María Carretero Duarte tenía 7 años y se refugió de la crecida, junto a su familia, en el techo de una furgoneta en la carretera de Sevilla. Fue arrastrada por el agua.
Tras conocer la cifra de desaparecidos, se estableció un gabinete de crisis en la Delegación del Gobierno, según recuerda José Antonio Jiménez, ‘Epi’, uno de los bomberos pacenses que coordinó la búsqueda de personas. Durante mes y medio las operaciones de rastreo fueron intensas. Participaron 600 miembros de la Policía Local y Nacional, la Guardia Civil, los bomberos y Protección Civil. Contaban con 7 perros especializados en la búsqueda de cuerpos, un helicóptero de alta tecnología capaz de detectar los cambios de temperatura y densidad del terreno y numerosas embarcaciones.
«Fuimos trazando zonas de trabajo y trabajando muy despacito. El río había subido a tal altura, y luego bajó, que los desaparecidos podrían estar enganchados a un árbol o en muchos sitios», recuerda Epi. Otro fenómeno que complicó el rastreo fue el retroceso que sufrió el agua. Al bajar el nivel, el Guadiana volvió hacia atrás, por lo que los desaparecidos podrían haber sido arrastrados en ambas direcciones. «Algo que nunca más he visto. Los juncos estaban doblados contra la corriente. Así se podía comprobar la fuerza que había tenido el agua en el retroceso».
Los efectivos que rastrearon las orillas y el cauce también recuerdan todos los objetos que se fueron encontrando. Manuel Bernal, que iba en una de las zodiac de rastreo, no lo ha podido olvidar. «En las orillas íbamos viendo la vida entera de personas. Sus muebles, álbumes de fotos destrozados, ropa. Había vidas enteras». Para este pacense que trabajaba en Cruz Roja la desaparición de Antonia sigue siendo una espina clavada. «Da pena que nunca fuimos capaces de encontrarla. No sabemos si estaba al lado cuando pasamos. No se sabe. El Guadiana, como saben las personas mayores, es precioso, pero muy peligroso».

Un nuevo desaparecido
Durante seis días la búsqueda continuó sin resultados, pero el 12 de noviembre aparecieron dos cuerpos. A las 11.30 horas, varios miembros de Cruz Roja que rastreaban el azud del Guadiana encontraron el cuerpo de Félix Sánchez, el vecino de 38 años que había desaparecido arrastrado dentro de su coche. Su vehículo había sido localizado bajo el puente de la autopista al día siguiente de la crecida, entre los escombros, pero su propietario fue arrastrado 3,5 kilómetros. A las 18.00 horas llegaron noticias desde Puente Ajuda, en Olivenza. José Méndez había sido encontrado por la Policía Nacional en la frontera con Portugal.
Ese mismo día, el 12 de noviembre, la lista de desaparecidos sumó un nuevo nombre. Los vecinos del Cerro de Reyes alertaron de que no hallaban a José Vázquez Pizarro, de 45 años. Fue una falsa alarma. Al día siguiente la policía confirmó que esta supuesta víctima estaba en Lisboa sano y salvo. Se había ido a vivir con una portuguesa con la que había iniciado una relación amorosa. Tenía una vivienda en el Cerro, pero ya no la utilizaba.
La familia de Antonia llegó a contratar a una vidente para encontrar su cuerpo, pero nada dio resultado
Tras confirmar este aspecto, los efectivos continuaron la búsqueda de Antonia Herrero. Así siguieron hasta mes y medio después de la tragedia, cuando las tareas de rescate se ralentizaron. En diciembre volvieron a organizar varios operativos. Se realizaban búsquedas más especializadas, por ejemplo, la Unidad de Subsuelo de la Policía Nacional rastreó el colector desde el río Calamón hasta Caya y también numerosos pozos particulares.
El 1998 continuaron los trabajos con operaciones puntuales. Por ejemplo, en julio un dispositivo de 70 personas rastreó 15 kilómetros del río. Además de utilizar barcas y helicópteros, numerosos voluntarios recorrieron las orillas buscando entre la vegetación.
La escena se repitió en septiembre. Entonces se celebró el Día de la Policía Nacional en Badajoz, igual que este mismo año, y se aprovechó la presencia de los helicópteros y las unidades caninas, pero tampoco hubo resultado. De nuevo en diciembre se reunió un nuevo operativo que llegó hasta Portugal, entró hasta ocho kilómetros en el país vecino. También se rastreó una zona de rocas cerca del Puente Real por deseo de la familia de la desaparecida, que había contratado una vidente que aseguró que la desaparecida estaba atrapada por las piedras, pero una vez más la búsqueda fue infructuosa. El Guadiana no devolvió a Antonia.
José Antonio Monago: «Tuvimos una corazonada y encontramos a la niña»
El líder del PP regional, José Antonio Monago, era concejal de Protección Civil en el Ayuntamiento de Badajoz cuando tuvo lugar la riada. Como era bombero, decidió unirse al equipo de búsqueda de desaparecidos como voluntario y fue él quien localizó el cuerpo de Ana María Carretero, la niña de 7 años que fue arrastrada por la corriente.
Habían pasado 16 días desde la crecida de los arroyos. Quedaban dos desaparecidas, la niña y una mujer de 73 años que nunca apareció. «Se pensaba que estaban fuera del casco urbano, pero nosotros creíamos que no. El equipo teníamos una corazonada. Yo había hecho prácticas de buceo en agua sucia en los puentes y recordaba que debajo del Puente Viejo había troncos de eucaliptos. Pensé que podrían estar atrapadas allí y la niña apareció cerca del Puente Real con restos de hojas de eucaliptos. Parece que estuvo atrapada en los árboles y finalmente salió a flote y pudimos localizarla entre unos juncos».
José Antonio Monago reconoce que la riada le afectó a pesar de su experiencia como bomberos en otras emergencias. «Es una sobredosis. Nadie está preparado para algo de esa magnitud aunque te sobrepones y trabajas como hicieron los cuerpos de seguridad. Fueron ejemplares. De hecho su comportamiento se ha exportado. A mi me han llamado para hablar en Madrid y Barcelona sobre cómo reaccionó la Policía Local y los bomberos de Badajoz en una situación que no se podía prever».
La noche de la riada tampoco se ha borrado de su memoria. «En el despacho vi que había una alerta por fuertes lluvias y tenía la costumbre de mandar un fax con la imagen de satélite a la Policía Local y los bomberos cuando había algo así. Lo hice y, cuando empezaron a llegar alertas, me fui a la centralita de bomberos para ayudar con las llamadas». Recuerda que fue una noche muy difícil porque un operador de telefonía se cayó en la ciudad. «Tuvimos que ir rápido a comprar teléfonos de otro operador para mantener las comunicaciones y coordinar las operaciones».
«Pasar esa noche fue una carrera de obstáculos. Teníamos miedo de que hubiese víctimas, incluso entre los cuerpos de seguridad, porque nos dijeron que el agua se había llevado un coche de la Policía Local y luego un vehículo de bomberos. Por la mañana supimos que había fallecidos y desaparecidos».
El líder del PP resalta el trabajo de los efectivos de emergencias esa noche y en los meses siguientes. También la aportación de los voluntarios en la ciudad.
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