Veinte años de
la riada
El temporal en otros lugares
FOTOGRAFÍA PAKOPÍ | VÍDEO MARTA MUÑOZ
La tragedia de 1997, que fue especialmente letal en Badajoz, afectó a toda Extremadura y dejó daños casi incalculables. Las fuertes rachas de viento y la agresividad del agua dejaron huella a lo largo de toda la geografía extremeña. Vidas perdidas, familias aisladas, gente que tuvo que ser realojada, viviendas destrozadas, locales de negocios y garajes anegados, carreteras cortadas, la calles llenas de tejas, y árboles caídos dibujaron un paisaje que para muchos será difícil de olvidar. La cifra de afectados en la región por aquella catástrofe rozó las 1.500 familias. En la provincia de Badajoz, el número de damnificados superó el millar. Cerca de 300 familias no pudieron regresar a sus casas porque quedaron gravemente dañadas y tuvieron que ser realojadas.
Respecto a las pérdidas económicas, las primeras estimaciones de la Delegación del Gobierno en Extremadura apuntaron a que los daños causados en la región superaban los 20.000 millones de pesetas (más de 120 millones de euros). Sin embargo, pocas semanas después la misma institución corrigió el dato al alza y la valoración de las pérdidas económicas se elevó a los 42.000 millones de pesetas (más de 255 millones de euros), duplicando la previsión inicial. En esta cifra se englobaban los daños declarados por los municipios (más de 110 millones de euros); los estimados para la agricultura e infraestructuras agrarias (más de 76 millones de euros) y las valoraciones realizadas de la Confederación Hidrográfica del Guadiana sobre los arreglos y mejoras que sería preciso acometer a partir de aquel momento (unos 70 millones de euros).
Según los informes que manejaban entonces la Comisión de Seguimiento y Valoración de Daños, constituida por Junta, la Delegación del Gobierno, las dos diputaciones y la Fempex, así como los Ayuntamiento de Badajoz y Valverde de Leganés, en los diez días posteriores a las inundaciones casi un centenar de Ayuntamientos registraron sus daños.
El agua arrastró todo lo que encontró a su paso. La enumeración es larga desde su entrada por Olivenza y Cheles y su paso mortal por Valverde de Leganés y Badajoz para continuar descargando sobre Mérida, La Nava de Santiago, Almoharín, Aldea del Cano, Guadalupe... Se llevó por delante muebles, contenedores, coches y naves, pero también borró los recuerdos de muchos vecinos al destruir enseres y artículos personales de gran valor sentimental como libros, fotografías o cuadros.
Las crónicas publicadas en HOY que en aquellos momentos recogían las reacciones de los vecinos describen las jornadas posteriores como «un panorama desolador». Aquella catástrofe dejó muchas infraestructuras de pueblos y ciudades inservibles. Numerosas vías de comunicación –como carreteras, puentes o incluso líneas férreas– se hundieron y las redes de saneamiento y abastecimiento se vieron afectadas. Muchos parques que solían estar llenos de niños se asemejaban más a campos de batalla que a jardines.
Varias carreteras sufrieron socavones, se suspendieron las clases en muchos colegios y se ahogaron miles de animales
El temporal dejó sin luz y sin teléfono durante varias horas en la noche de la riada a gran parte de la región. Muchos colegios e institutos no abrieron sus puertas al día siguiente, bien por haber sufrido los efectos directos del temporal o por precaución para sus estudiantes. Durante días, el lodo tiñó de color marrón los barrios de las zonas urbanas más afectadas por la tragedia. Los más perjudicados quedaron reducidos a un mar de escombros. Don Benito, Llerena, Fregenal, Feria, Zafra, Los Santos de Maimona, Alburquerque, Trujillo, Almendral, Monesterio, Sierra de Fuentes, Cilleros, Almoharín, Miajadas, Villalba de los Barros, Berlanga, Santiago del Campo, Talavera la Real, Valdelacalzada, Villagonzalo o Zahínos, entre otras localidades, forman parte de la larga lista de municipios que sufrieron las consecuencias de aquel extraordinario temporal.
En la provincia de Badajoz aquel fenómeno dejó una imagen dramática. En la capital pacense se cobró la vida de 22 personas además de golpear duramente a los barrios del Cerro de Reyes, San Roque, Antonio Domínguez y parte de Pardaleras. El puente peatonal del Rivillas quedó hecho añicos. Los jardines y las farolas quedaron arrasados.
El volumen más importante de pérdidas se produjo en viviendas. Badajoz, Cheles, Mérida, Don Benito, Valverde de Leganés y Cáceres se llevaron la peor parte y fue en estos municipios donde decenas de familias tuvieron que ser realojadas.
Los vecinos de Balboa quedaron aislados y fueron evacuados con la ayuda de los militares de la Base Aérea de Talavera la Real que formaron una cadena humana para ayudarlos a salir del poblado. Viviendas y locales quedaron anegados.
En Mérida, además, las rachas de viento fueron tan violentas que la grúa de la estación de contenedores de Renfe, que levantaba remolques y vagones de más de 32 toneladas de peso, se fue abajo. En el cementerio fueron derribados varios cipreses de gran tamaño que cayeron sobre panteones y nichos dejando algunos ataúdes al descubierto. En Almendralejo se cayó una de las paredes del polideportivo municipal.
En Corte de Peleas se derrumbaron dos puentes y los animales del zoológico se ahogaron. En Villanueva del Fresno se desplomaron otros dos viaductos y en Alconchel el puente viejo fue arrasado por las aguas. También se registraron daños en las parroquias de Lobón y Guareña, mientras que en Fuente de Cantos voló por los aires una discoteca de verano. En Guadajira el colector general de abastecimiento sufrió un desprendimiento y el pozo de abastecimiento de agua potable se hundió.
En la provincia cacereña también sufrieron los efectos de la violencia de aquel aguacero. En Cáceres fueron desalojadas varias familias por daños en sus viviendas. El Guadiloba recibió en una noche más agua que la que se consumía por aquella época en todo un año, por esta razón tuvo que abrir sus compuertas durante la madrugada después de que el agua rebosara el muro. En Plasencia se estropeó la depuradora de aguas residuales y quedó inutilizada durante días. A la altura de Aldea del Cano descarriló un tren de mercancías de Renfe debido a que el agua causó desperfectos en los raíles. En el valle del Jerte quedaron afectadas iglesias, colegios y polideportivos.
El campo herido
El campo también quedó herido por aquel desastre natural. Muchas cosechas quedaron arruinadas. El olivo fue el más perjudicado, pero plantaciones de cereales o los frutales, entre otras, también se echaron a perder. Miles de cabezas de ganado murieron en las inundaciones. Las pérdidas fueron cuantiosas. Se contabilizó la muerte de miles de cabezas de ganado, la mayor parte de ellas ovino. Por ejemplo en Yelbes, perteneciente al término municipal de Medellín, más de 500 ovejas perecieron a causa del derrumbamiento de dos naves. En Castuera otras 500 murieron al quedar atrapadas en el inmueble en el que estaban y que se fue abajo. En Valverde de Leganés, Valdelacalzada, en Arroyo de San Serván y en la ribera del Guadiloba, entre otros lugares, también encontraron ovejas. En Pueblonuevo se ahogaron 20 vacas.
En la localidad de Guadiana, donde el agua inundó una granja avícola, perecieron 5.000 pollos mientras que en Lobón murieron otros 1.200. En Esparragalejo también encontraron gallinas ahogadas. Los daños materiales en las infraestructuras agrícolas y ganaderas también fueron muy elevados.
Valverde nunca volvió a dormir tranquilo
Una de las localidades, junto con Badajoz, que más sufrió la riada del 97 fue Valverde de Leganés. Cuando llueve, no duermen tranquilos. Es la frase más repetida en un pueblo que hace 20 años fue golpeado por la riada. El temporal de 1997 dejó tres mujeres muertas en esta localidad de 4.200 habitantes y destrozó numerosas empresas y viviendas.
El 5 de noviembre de hace 20 años el suelo se abrió bajo los pies de los valverdeños. Es la mejor descripción para las trágicas horas que vivieron. Sobre las 11 de la noche cayó un aguacero y el nivel del agua comenzó a subir en el arroyo Los Caños. Este río atraviesa el pueblo desde la carretera de Táliga, al norte, hasta la carretera de Badajoz, al sur. En varios tramos está canalizado y encima hay viviendas. La fuerza del agua reventó la canalización y el suelo se levantó y dejó pasar una ola de barro. La riada derribó casas, arrastró coches, levantó la calle comercial destrozando negocios e inundó los bajos de varias calles en solo unos minutos.
El jefe de la Policía Local de Valverde de Leganés, Luis Acevedo, acababa de llegar al cargo y recuerda que la primera casa que derribó la riada fue la de un compañero suyo, el agente local Ángel Borrego. Este municipal pudo refugiarse con su mujer y sus hijos en el ático de una vivienda cercana, pero corrió mucho peligro. «Una puerta atrapó el brazo de uno de sus hijos y no eran capaces de sacarlo. Lo pasaron muy mal y el edificio quedó destrozado».
El mayor golpe lo recibió la plaza Antonio Asensio, en pleno centro del pueblo. Este enclave recibe su nombre por un antiguo alcalde de la localidad. Su hija, Isidra Asensio, tenía una tienda de ultramarinos en ese mismo lugar y cuando comenzó a subir el agua bajó a revisar el negocio. La riada la atrapó y murió en el ultramarinos. Tenía 49 años y dos hijos.
A solo unos metros de allí vivía Alfonsa Pajares Ralo, una viuda de 76 años muy conocida en Valverde porque vendía chucherías y cigarros sueltos por la ventana del bajo donde residía (hoy es la Casa del Pueblo). Muchos niños solían pasar por allí. Su vecina, María Dolores Rodríguez, de 41 años, temió por ella cuando el agua comenzó a subir. Cruzó la plaza y fue a buscar a Alfonsa, porque vivía sola y quería ayudarla a salir de casa. Ambas murieron. María Dolores dejó una hija de 16 años.
«La gente mayor se acuerda mucho cuando se acercan las fechas o cuando llueve. Si llueve mucho, nos están llamando. Si hay una nube, nos mandan alertas. Yo tengo conocidos que, cuando llueve, no duermen. Han hecho obras y ya es más difícil, pero hay riesgo y aquí no se olvida», admite Luis Acevedo.
En estos 20 años se ha realizado un desvío para que el arroyo Los Caños no lleve tanta agua en caso de lluvia, pero el canal continúa por debajo del pueblo, bajo las casas y las empresas y en Valverde saben lo que puede ocurrir.
El responsable de la Policía Local recuerda la peor noche que ha vivido esta localidad. El volvía del médico, de Badajoz, cuando le dijeron que había peligro porque el agua estaba subiendo. «Hubo un momento que dejó de llover, pero vimos unos relámpagos, llovió fuerte y comenzaron las llamadas de vecinos con problemas. Dicen que se rompió un tabique y el agua llegó de golpe».
La luz se fue y no funcionaban los pocos móviles que había entonces. Mientras, los policías trataban de rescatar a los atrapados. «Había gente refugiada en los doblados de las casas (pisos superiores), en corrales, en árboles. Hubo un vecino que encontramos agarrado a un limonero en medio del agua y tuvimos que sacarlo con una escalera», recuerda Acevedo.
El trabajo no era fácil porque el pueblo quedó partido por la mitad. El agua corría por las calles principales sin permitir el paso y levantando el suelo y los muros. Cuando el nivel del agua bajó, los más afectados se refugiaron en las instalaciones del Ayuntamiento y la iglesia. Y llegó lo peor, localizar a los fallecidos. En un primer momento, admite el policía, pensaban que había más muertos porque no encontraban a varios vecinos. «Pensábamos que habían sido arrastrados en sus coches», relata.
La tragedia, detalla Acevedo, pudo ser peor. Si la ola hubiese llegado más tarde habría atrapado a los vecinos dormidos o si hubiese sido un sábado o domingo, cuando la zona de discotecas se llenaba, las víctimas serían muchas más.
Además de las pérdidas humanas, en Valverde el sector industrial y comercial recibió un duro golpe. Hasta la mitad de los negocios resultaron afectados. Solo en la calle Bonal y sus alrededores el agua arrasó un taller mecánico, un almacén de muebles, una fábrica de aceite, una aceitunera, dos autoservicios, una docena de tiendas más, una fábrica de embutidos y decenas de casas.
Una de esas tiendas era de Juan Diego Reyes, que ahora tiene dos supermercados en la localidad. «Lo peor fueron las pérdidas humanas, pero hubo mucha desolación. El destrozo fue enorme». Hacía solo tres meses que había abierto su tienda. «Con la ilusión y las ganas que le puse, luego tuve que ver como todo estaba destrozado». Pensó incluso en no volver a abrir en la misma zona. «No tenía motivación, pero luego vi que una forma de cerrar la herida era volver y no recordar, al pasar por aquí, que eso me había echado».
Deberían pasar 500 años para que volviera a llover tanto
La semana previa a la fatídica noche del 5 al 6 de noviembre de la riada de Badajoz fue muy abundante en agua. Durante el fin de semana previo se superó el récord de recogida de litros por metro cuadrado en numerosos puntos de la región, por lo que ya llovía sobre mojado.
¿Pero qué pasó, meteorológicamente hablando, aquel día? Para buscar el origen de lo que ocurrió el 5 y 6 de noviembre de 1997 hay que irse al día antes, el 4, en las islas portuguesas de las Azores. En esa zona se juntaron una borrasca tropical atlántica, con dos masas de aire: una de origen polar que descendió hacia latitudes más bajas y otra de origen subtropical muy inestable que había dejado lluvias importantes en el suroeste en días anteriores.
Estos tres fenómenos, muy complicados de ver juntos, originaron la primera ciclogénesis explosiva atlántica que afectaba a la península de la que se tienen estudios.
La ciclogénesis, que penetró en la Península Ibérica por el cabo de San Vicente (Portugal), trajo consigo hasta cuatro sistemas tormentosos, conocido como ‘tren convectivo’, que fueron descargando durante varias horas una detrás de otra en el mismo lugar de forma persistente y periódica en Extremadura, Andalucía y Portugal.
Esos sistemas tormentosos, con dirección suroeste-noreste, dejaron precipitaciones por encima de los 100 litros de agua por metro cuadrado en muchas zonas del sur de Portugal, el noroeste de la provincia de Huelva y Extremadura. Según un informe de la Agencia Estatal de Meteorología de Extremadura, el agua recogida es difícil de repetir en muchas de las estaciones: por probabilidad tendrían que pasar 500 años para que se repitiera una situación similar. ¿Podría pasar hoy otra vez? Sí, pero por probabilidades, tras la de hace 20 años, la siguiente sería en 980 años. Eso no significa que no vuelva a ocurrir pronto. Solo son datos estadísticos que demuestran lo excepcional de aquella noche.
La zona más afectada fue el barrio de Cerro de Reyes de Badajoz, donde se juntaban el Rivillas y el Calamón. Estos dos arroyos, normalmente secos y donde se focalizaron las mayores precipitaciones del ‘tren convectivo’, se desbordaron sobre las 00.00 horas del día 6, llegando a alcanzar el agua un nivel de 4 metros sobre el cauce. Según un informe de la Confederación Hidrográfica del Guadiana, el caudal de los arroyos osciló entre 450 y 500 metros cúbicos por segundo, casi el triple del caudal máximo admisible por sus cauces de hormigón, que era de 180.
Fue el día que más llovió en Badajoz desde que existen registros oficiales, desde 1875. Es decir, al menos en 142 años. Cayeron 119,1 litros de agua por metro cuadrado, más del doble de lo que llueve de media en un mes como noviembre. Para entender la magnitud de estas precipitaciones sirve una comparación: durante un día de grandes tormentas, es decir, el día del año que más llueve, Badajoz alcanza los 40 litros. El 5 de noviembre del 97 esa cifra casi se triplicó en unas horas.
De las 196 estaciones que registran la precipitación en la comunidad extremeña, el día 5 de noviembre, se superaron el máximo histórico en 88 de ellas, lo que representa el 45% del total. El máximo de agua recogida en una estación meteorológica aquel día fue en Alconchel, con 154 litros por metro cuadrado en 24 horas. Además de las cantidades generosas de agua, tras la lluvia hubo rachas de viento por encima de los 100 kilómetros por hora.
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